Atención, padres: así me destrocé los pies con unas zapatillas de ruedines

Atención, padres: así me destrocé los pies con unas zapatillas de ruedines.

Salgo de casa con miedo. Son las 8.30 de la mañana y llevo puestas las zapatillas que anhelan todos los niños: unas psicodélicas Heelys con ruedas. Me las he puesto para confirmar lo que los podólogos piden a gritos: prohibir su uso en los colegios como un zapato normal.

El tacón que suelo llevar no supera los cinco centímetros, justo la medida que mide la rueda que hay entre el suelo y mi pie. Mi primera sensación es de inestabilidad. Pienso que me la voy a pegar en el mínimo descuido. No me equivocaba.

De camino al metro estoy a punto de caer al suelo unas cuatro veces en un recorrido que no llega a los 200 metros. Las zapatillas provocan mi lento caminar y el miedo a pegarme la torta del año. En el trayecto me cruzo con unos cuantos niños y sus padres me miran raro. No sé si por mi forma de caminar o por lo llamativo de las zapatillas: son rosas, moradas, azules, amarillas y blancas, y yo tengo 30 años.

La boca de metro de mi casa no es de una de esas modernas y con ascensor. Me toca bajar las escaleras de piedra y lo hago agarrada a la barandilla. Parezco inútil pero soy realista y el miedo a resbalar me impide bajar los escalones corriendo como suelo hacer cada mañana para no perder el metro. Eso ni me lo planteo hoy.

Estas son las zapatillas que utilicé durante un día

Estas son las zapatillas que utilicé durante un día Moeh Atitar

REPORTAJES

Atención, padres: así me destrocé los pies con unas zapatillas de ruedines

Los podólogos quieren prohibir en los colegios este calzado. Este viernes descubrí durante 10 horas que tienen razón.

Salgo de casa con miedo. Son las 8.30 de la mañana y llevo puestas las zapatillas que anhelan todos los niños: unas psicodélicas Heelys con ruedas. Me las he puesto para confirmar lo que los podólogos piden a gritos: prohibir su uso en los colegios como un zapato normal.

El tacón que suelo llevar no supera los cinco centímetros, justo la medida que mide la rueda que hay entre el suelo y mi pie. Mi primera sensación es de inestabilidad. Pienso que me la voy a pegar en el mínimo descuido. No me equivocaba.

De camino al metro estoy a punto de caer al suelo unas cuatro veces en un recorrido que no llega a los 200 metros. Las zapatillas provocan mi lento caminar y el miedo a pegarme la torta del año. En el trayecto me cruzo con unos cuantos niños y sus padres me miran raro. No sé si por mi forma de caminar o por lo llamativo de las zapatillas: son rosas, moradas, azules, amarillas y blancas, y yo tengo 30 años.

La boca de metro de mi casa no es de una de esas modernas y con ascensor. Me toca bajar las escaleras de piedra y lo hago agarrada a la barandilla. Parezco inútil pero soy realista y el miedo a resbalar me impide bajar los escalones corriendo como suelo hacer cada mañana para no perder el metro. Eso ni me lo planteo hoy.

Todavía me queda recorrer el pasillo y bajar dos tramos de escaleras mecánicas. Respiro aliviada porque no tengo que andar. El peligro está en caer en esas escaleras con pinchos y que se claven en mi espalda. Así que me agarro otra vez al pasamanos y sucede lo inevitable: los ancianos y los niños me adelantan y la gente no deja de mirar.

Ya me los quiero quitar

A la sensación de inestabilidad se une el dolor de pie y de rodilla que empiezo a experimentar por andar de una forma tan diferente: de puntillas para evitar resbalar. Ando de puntillas muy lento, como si intentara no hacer ruido mientras camino. Pero lo cierto es que no puedo hacerlo de otra forma. Antes de sentarme en mi silla, ya me quiero quitar estas zapatillas porque no puedo hacer una vida normal.

Durante mi camino de casa al trabajo me han mirado personas de todas las edades, sorprendidas supongo por lo insólito de la situación. Lo que no saben es que este jueves el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos pidió a los colegios prohibir a los niños acudir con este tipo de calzado a clase. Lo hicieron tras analizar un estudio de Roberto Pascual, profesor de la Universidad Miguel Hernández de Elche, que ha demostrado que usar estas zapatillas aumenta la carga en el antepié y la presión media sobre el talón.

Levantarme de mi silla era una aventura

Levantarme de mi silla era una aventura Moeh Atitar

Me he puesto en contacto con Pascual para contarle mi experimento y que me cuente qué piensa. “Es un zapato muy inestable y necesita equilibrio. Vamos, para adultos ni me lo planteo”, dice en referencia a lo que estoy haciendo.

Pascual encontró la inspiración en un colegio al que va a hacer revisiones con sus alumnos. Cuando estaba haciendo esos análisis, se percató de que varias niñas llevaban ese zapato. “Pregunté en la clase si había alguien más con ellos y levantó la mano la mitad de una clase de 25”.

También ayudó que sus hijos le pidieran estas zapatillas sin parar, algo que muchos compañeros en la redacción también me confirman. Varios me cuentan que sus hijos dominan el arte de patinar con estas zapatillas. Intento hacerlo y me veo incapaz.

Leo una y otra vez las instrucciones que acompañaban a las zapatillas. Nada, imposible.

Empiezo a pensar en el error de haberme calzado esto pero quiero seguir adelante. A media mañana, mi conversación con el profesor Pascual me ayuda a entender que su estudio no va en contra de este zapato sino en contra de que se use incorrectamente. “No pasa nada porque se use de forma esporádica un rato uno o dos días a la semana”, dice Pascual, que me cuenta que no todo es negativo: “Tiene un efecto positivo porque trabaja la coordinación y el equilibrio. Pero hay formas más baratas”.

La zapatilla, de un número 38, me ha costado 80 euros.

A medida que avanza el día empiezo a sentir lo que Pascual me ha contado por teléfono: dolor en el antepié, rodillas y gemelos. Imagina caminar con un tacón que resbala. Eso es lo que siento cada vez que me levanto. La posición de mi cuerpo no es la misma que si caminara con una superficie fija. Esto no es un zapato: esto es un juguete. Y, como juguete que es, “no debería venderse en las zapaterías normales”.

El problema del peso

La moqueta de la redacción suena a mi paso como si llevara zancos. “¿No te da vergüenza?”, me pregunta una compañera. Otro me alerta del peligro de que me caiga y yo empiezo a sentir que mis pies pesan más de lo normal. Salir a la calle a por un café se convierte en misión imposible: tardo mucho, ando mal y los niños se ríen de mí.

El autor del estudio me confirma que estas ‘maravillosas’ zapatillas multicolor pesan el doble que una zapatillas normales. Y yo estoy haciendo mi jornada con ellas, como si fuera un niño que se las calza a las ocho al salir de casa y se las quita, con suerte, a las cinco de la tarde cuando acaba el cole.

“Es como si un niño de 8 o 9 años llevara cinco centímetros de tacón durante muchas horas. A mí no se me pasa por la cabeza mandarle al colegio con un zapato de tacón”, denuncia Pascual.

“No es adecuada para caminar”

Además del autor del estudio, también me he puesto en contacto con otra podóloga para que me asesore en esto de caminar raro. Se llama Cristina Avanzini y también está de acuerdo en prohibir su uso en los colegios. “Es muy peligroso para niños porque están en periodo de crecimiento y pueden no desarrollar igual el talón. Influye mucho en la musculatura. No es un buen calzado y no estoy de acuerdo en que se deje puesto una jornada entera de colegio”, denuncia.

Son las seis de la tarde y me estoy sintiendo incómoda, llevo unas diez horas con el juguete de ruedas y tengo agujetas. Me duelen los antepiés, los gemelos y los cuádriceps. Por no hablar de la espalda, que sufre cada vez que tengo un resbalón y estoy a punto de tocar el suelo. Diréis que soy una inútil. No os lo voy a negar, pero intentad usarlos y patinad a toda velocidad como hacen vuestros hijos. ¿A que no sois capaces?

Así son las suelas de las zapatillas

Así son las suelas de las zapatillas Moeh Atitar

FÚTBOL FÚTBOL Y PODOLOGÍA Por qué las plantillas de Messi se hacen a mano y las de CR7 las fabrica un robot

Por qué las plantillas de Messi se hacen a mano y las de CR7 las fabrica un robot

Al fútbol, como todo el mundo sabe, se juega fundamentalmente con los pies. Y sin embargo, hasta hace relativamente poco no había podólogos en los cuerpos médicos de bastantes equipos profesionales. “De hecho, ni siquiera hoy todos los clubes tienen”, afirma Carles Ruiz Galdón, de 36 años, podólogo del Levante, representante de una generación nueva en una disciplina poco conocida que busca su despegue definitivo. “Las principales afecciones de los futbolistas en los pies”, explica Ruiz Galdón, “son callosidades, ampollas de pretemporada, problemas en las uñas, etc., que pueden ser muy dolorosas e incluso invalidantes, pero la regeneración del pie es muy alta. Es raro que estas dolencias conduzcan a la baja. El problema, y esto es lo que la gente muchas veces no ve, es que la diferencia entre que un jugador de élite esté al 100% o al 80% es muy alta… Muchas veces decisiva”.

La podología deportiva, sin embargo, “es mucho más que uñas y callos”, como repetirán varios especialistas a lo largo de este reportaje. De cada 100 futbolistas profesionales que trabajan en clubes (según datos del podólogo del Elche y del ElPozo Murcia, José Berna), entre 20 y 30 padecen lesiones en los pies cada temporada. No hay muchas graves: las más frecuentes son fracturas por estrés, sobre todo en el quinto metatarsiano (unos tres meses de baja), y la puñetera fascitis plantar, que puede durar una temporada entera y obligar al jugador a infiltrarse cada domingo. El objeto fundamental de la podología es la pisada, que está íntimamente relacionada con un buen número de lesiones en otras partes del cuerpo: es por ello que los equipos ricos de Primera División empezaron a contratar especialistas para proteger sus activos millonarios en la década de 1990.

“El fútbol es diferente a todo”, afirma Pepe Claverol, podólogo del Mallorca desde hace un cuarto de siglo y presidente del Colegio Oficial de Podólogos de las Islas Baleares; “es un juego de equipo en el que la unión entre ‘fisios’, médico, podólogo, entrenador y jugador es esencial. Una lesión, sea de donde sea, puede depender de la pisada. Los jugadores siempre quieren jugar, y tratan de engañarte. Si no te dicen que hay molestias, tengo que ser suficientemente listo para verle funcionar descalzo y detectar que hay algo raro. Los que sabemos de mecánica somos nosotros, hay que integrar conocimientos con el ‘fisio’ y el médico”.

Pruebas en el Levante FC.

Pruebas en el Levante FC.

Las modas, como en cualquier campo, han cambiado mucho en las últimas décadas. “Antiguamente las botas eran de piel; cogían humedad y se dilataban”, explica el doctor Ángel González de la Rubia (presidente de la Sociedad Española de Podología Deportiva): “A los jugadores se las daban pequeñas, sin estrenar, y se las ponía el utillero para domarlas. Imagínese lo que sufría el utillero… Ahora son sintéticas, no cogen agua y pesan mucho menos; son como guantes con calcetines. La desventaja, claro, es que no transpiran como la piel”.

Tampoco hay ya apenas futbolistas que calcen botas con tacos de cuchilla (un ‘adelanto’ que produjo un fuerte incremento de las roturas de ligamento cruzado, ya que se clavaban como puñales en el césped mientras las rodillas giraban completamente). Desde hace unos años los tacos de las botas vuelven a ser redondos, mientras las empresas de indumentaria deportiva afinan cada temporada en la búsqueda de botas más ligeras, personalizadas y resistentes. También se han acortado los tacos en las botas para niños, como apunta el doctor Manuel Mosqueira: “Los tacos altos les producían dolor lumbar”.

Real Madrid y Barcelona: dos enfoques diferentes

“El pie es la base. Como en un edificio, si falla la base, el cuerpo se resquebraja”, razona el doctor Martín Rueda, podólogo del FC Barcelona desde hace una década y jefe de podología del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat desde hace un cuarto de siglo. Rueda, como reconocen sus colegas, es el ‘padre’ de la podología deportiva española. “Para empezar a entender el porqué de las cosas”, cuenta a este periódico, tuvo que empezar a estudiar física y arquitectura “como un loco».

«El cuerpo es una estructura, un edificio hecho de piezas», prosigue. «Y tenía que entender cómo funcionan las piezas, para establecer una relación, ver el pie en conjunto con el cuerpo… Ya que si te equivocas, el edificio se va a caer”. Corría la década de 1970 y aquel enfoque era “revolucionario”, prosigue Rueda. “Empezamos a medir cosas que no se medían: caderas, rodillas, ejes… Cuando tienes una base de datos con valores numéricos, puedes empezar a detectar patrones y a comprender lesiones. A prevenirlas… Es un modelo mecánico, hay que valorar el pie conjuntamente con cadera y rodilla. Así que empecé a trabajar codo a codo con los médicos y los fisioterapeutas. Tuve que crearme un equipo. La informática era muy diferente entonces, figúrese…”.

Consulta del doctor Rueda en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat.

Consulta del doctor Rueda en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat.

Una persona normal da entre 5.000 y 10.000 pasos al día, o sea más de 200 millones en su vida (casi seis vueltas completas al planeta Tierra). “Un pequeño desajuste puede tener un impacto decisivo a largo plazo en el resto del cuerpo”, insiste Rueda; “cuando alguien viene con un problema que no es de pie, yo examino todo… Los cambios de apoyo o de pisada repercuten en músculos y huesos. Las artrosis aparecen un día, sí, pero se han ido formando toda la vida… Mi lucha personal ha sido tratar de unir podología, fisioterapia y medicina. Una tendinitis rotuliana, por ejemplo, requiere la intervención de todos, ¡hablar un lenguaje común!”.

En la era de la robótica y los súperordenadores, el responsable de cuidar la pisada de Leo Messi, Neymar o Andrés Iniesta sigue fabricando sus plantillas manualmente. “Hoy día se relaciona mucho podólogo y plantilla”, reflexiona Rueda, “pero en realidad no hacen falta tantas, ¿sabe…? Yo hay jugadores que vuelven de las selecciones con plantillas y se las quito inmediatamente. Estamos en una época en la que parece que la tecnología 3D es lo más. Nosotros hicimos la primera plantilla en 3D hace más de cinco años, pero después las desterramos: los materiales no son adecuados para podología, les falta elasticidad, y mezclar polipropilenos con distintos materiales hoy día es imposible”.

Rueda y su equipo fabrican las plantillas sin ayuda de robots: “Con un proceso de termoconformado al vacío”, explica, “previa elaboración de un molde en carga con control computerizado de las presiones, donde se tiene en cuenta no el pie, sino todo el funcionamiento de la extremidad… Una vez la plantilla está termoconformada sobre el molde, el pulido y el ajuste al zapato se hace con una pulidora manual”.

El predecesor de Rueda en el Barça, Bernat Vázquez, opina también que las aplicaciones robóticas a la podología tienen limitaciones. “Las impresoras 3D, por ejemplo, inyectan material, pero no mezclan, y es importante mezclar, porque los dos pies pueden ser muy diferentes. Es muy difícil hacer eso bien por ordenador. Una cosa es mecanizar y otra hacerlo bien. Es como una panadería: puedes tener masa madre y horno de leña o una masa química congelada; todo es pan, pero no sabe igual”. “El futuro”, admite, “es claramente 3D, pero no ha llegado aún al nivel deseado. La plantilla es un tratamiento, y el diagnóstico todavía no lo hacen las máquinas: una cosa es vender humo y otra que funcione. El mejor ordenador es el ojo clínico, la experiencia de 40 años. Eso no te lo da una máquina. Mezclar cuestiones médicas con intereses comerciales suele salir mal”.

‘Runners’, los podólogos avisan: el 80% pisa mal (y las plantillas de las tiendas son un peligro)

‘Runners’, los podólogos avisan: el 80% pisa mal (y las plantillas de las tiendas son un peligro)

Destacados traumatólogos españoles comparten un chiste cada vez que se avecina un gran maratón: “¡Se nos van a llenar las consultas!” La gracieta responde a la explosión del ‘running’, una de las fiebres del siglo XXI, la gran moda deportiva de una clase media que ve en la combinación de mejor salud, mayor delgadez, reducción de la ansiedad y capacidad de superación personal una solución a dos graves problemas de nuestro tiempo: el estrés y el sedentarismo.

Pedro Cifuentes 

Destacados traumatólogos españoles comparten un chiste cada vez que se avecina un gran maratón: “¡Se nos van a llenar las consultas!” La gracieta responde a la explosión del ‘running’, una de las fiebres del siglo XXI, la gran moda deportiva de una clase media que ve en la combinación de mejor salud, mayor delgadez, reducción de la ansiedad y capacidad de superación personal una solución a dos graves problemas de nuestro tiempo: el estrés y el sedentarismo.

 

En 2008, cuando estalló la crisis financiera internacional, salían a correr en nuestro país aproximadamente un millón de personas. Hoy (según cálculos oficiales) el número de ‘runners’ patrios se ha multiplicado por tres. Especialistas en podología deportiva, una joven disciplina en ascenso, señalan a EL ESPAÑOL que se observa un progreso en el cuidado de los pies, “la base del cuerpo”, como dice el ‘padre’ de la especialidad en España, Martín Rueda.

Sin embargo, la cantidad de lesiones que sufren los ‘runners’ españoles en las extremidades inferiores sigue siendo muy alta: cuatro de cada cinco atletas pisan mal, según datos del Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos. Un mal cuidado de los pies tiene una incidencia directa, además, en otras articulaciones: “Un pequeño desajuste puede tener un impacto decisivo a largo plazo en el resto del cuerpo”, explica Martín Rueda; “los cambios de apoyo o de pisada repercuten en numerosos músculos y huesos, especialmente rodillas, caderas y espalda”.

«Jugar con la salud del corredor»

En la podología deportiva española hay actualmente un debate con ramificaciones fisiológicas y económicas: las plantillas confeccionadas en tiendas de calzado cuando alguien va a comprarse unas zapatillas. Una práctica creciente que además de suponer un problema de intrusismo profesional “juega con la salud del corredor”, en palabras de Ángel González de la Rubia, presidente de la Sociedad Española de Podología Deportiva.